Hoy viernes día 1 de
Febrero preparamos la clausura de esta edición de TPCreativo. Es cierto que el
sábado recibiremos grupos de niños por la mañana para explicarles cosas de
nuestro trabajo, pero hoy es sin duda la apoteosis de cierre de esta edición. Hablaremos en profundidad de nuestro proceso creativo.
Hablar de la ilusión de
todos, del esfuerzo y de la respuesta de nuestros visitantes parece como el
tema obligado insalvable, así que no lo tocaré. Pero sí quiero hablar de un
tema que salió en la presentación: la territorialidad.
Como me tocó hablar a mí
para presentar esta edición planteé a través de mi perro la siguiente cuestión:
tengo un perro, Bilbo, que adoptamos hace un año. Entre sus experiencias
anteriores a vivir con nosotros figura la de haber estado encerrado dos años en
un garaje, atado y a oscuras. Contra todo pronóstico no parece haberle causado
mella el maltrato, sino al contrario, porque es un perro valiente, leal y
juguetón. Pues bien, hace un par de meses adoptamos a una perra, Lluna. Al
principio Bilbo fue encantador con ella, seductor, generoso con sus cosas…hasta
que empezó a sospechar que Lluna se quedaba. Entonces apareció la
territorialidad.
Bilbo se transformó en un
perro egoísta, cobarde, mezquino.
Hoy ese trance ya está
superado, y ha incorporado a Lluna a su vida, afortunadamente. Es más feliz que
antes.
Luego hablé de un famoso
maestro de “piedra seca” ( el arte de levantar muros de piedra sin argamasa)
que vivió en mi comarca. Era famoso tanto por su maestría como por no haber
cogido nunca un aprendiz por temor a que aprendiera los secretos que tanto le
había costado a él acuñar.
Cuando éste buen señor
murió, con él se apagó una corriente de pensamiento que se remontaba muy atrás.
Debe haber pocos acontecimientos tan contranatura como éste.
Cabe entonces
preguntarse, de todas las corrientes de transmisión de conocimiento ¿qué
porcentaje está impregnado por esa territorialidad? Corrección en las formas,
ausencia de contenido verdadero con el fin de preservar un territorio.
En TPCreativo hemos sido
conscientes de esto, así como de que, sea cual sea nuestro pasado, y lo que lo
justificó, la evolución obliga a una actualización continua, en la que, en este
caso, ya no es posible preservar ninguna zona de conocimiento, ningún territorio.
Hemos decidido llevar a cabo una acción de transmitir verdaderamente lo que
hemos logrado acuñar tras muchos años de profesión con el fin de potenciar el
imparable impulso de la evolución. Con el fin de ser gozosamente superados.
Jordi Díez, escultor diletante
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